El niño de los 2 a los 6 años
DESARROLLO PSICOMOTOR
Aunque una parte importante del desarrollo del cerebro ya se ha dado en la etapa prenatal y en la etapa anterior a los dos años, siguen produciéndose cambios que repercuten en la psicomotricidad en otras funciones. Hasta los 4 o 5 años se mantiene la mielinización de las neuronas motoras, algo importante para la transmisión de la información en el cerebro, los avances en su maduración se verán reflejados en el mayor control motriz. La mielinización del resto de las zonas implicadas en los procesos cognitivos, se mantendrá hasta la pubertad.
La maduración del sistema nervioso del niño no supone solamente ir pasando por una serie de etapa prefijadas biológicamente sino que la participación del adulto posibilitando que se desarrollen sus habilidades motrices corporales (balones, bicicletas, …), como manuales (rompecabezas, piezas para construir y encajar, instrumentos musicales…) es de gran importancia. El niño se vuelve muy inquieto y atento a todo los estímulos ambientales y los adultos debemos posibilitar esa interacción participando con él en el descubrimiento del mundo.
DESARROLLO INTELECTUAL
El período comprendido entre los 2 años y los 7 años es llamado preoperacional o de la inteligencia verbal o intuitiva. Se caracteriza por que el niño se encuentra inmerso en un mundo lleno de objetos físicos con los que interactúa, de personas con las que también se relaciona y un mundo interior de representaciones.
La formación de símbolos mentales es una característica importante de este período. Esta función simbólica supone no tomar al objeto por lo que es sino por lo que representa. El dibujo (dibujar una animal que no están viendo), la imitación (imitar con una silla que conduce un coche), el juego (hacer que come con un plato vacío) y el lenguaje son modos de expresión simbólica.
Con esta capacidad representativa, su pensamiento no se limita como en etapas anteriores al aquí y al ahora sino que puede dirigirse al pasado e imaginar el futuro.
Gracias al desarrollo de la atención sobre personas, objetos y sucesos, los niños empiezan a poder abstraer ciertas regularidades y así construir ciertos prototipos de conocimiento: los esquemas y las categorías.
Los esquemas organizan el conocimiento temático, es decir, los esquemas son organizaciones mentales de conjuntos generales de conocimientos almacenados en la memoria, por ejemplo esquemas de escenas (objetos que pueden verse en un lugar determinado como platos en la cocina), de sucesos (guión del suceso “ir al médico”) y esquemas de historias o cuentos (desarrollo de un cuento bien construido, donde primero ocurre un suceso y luego viene otro lógico). La construcción de estos esquemas es muy temprana.
Si el niño es capaz de organizar su mundo desde tan temprano es porque también dispone de unas estrategias de memoria que van aumentando progresivamente con la edad. Los niños de 3 años ya establecen estrategias de memoria. El recuerdo autobiográfico demuestra las capacidades de memoria de los niños de 2 a 4 años. Los niños a estas edades ya son capaces de contar sus recuerdos.
Las claves para memorizar los niños dependen mucho de sus conversaciones con los adultos
Jugar para un niño supone estimular su lenguaje, memoria, razonamiento, capacidad para planificar, creatividad… Debemos estimular al niño a partir se su curiosidad natural por el mundo, y aprovechar ésta para fomentar la actividad y la participación. Pautas de educación adecuadas son aquellas que acentúan la estimulación y desarrollo intelectual dentro de un entorno estructurado, equilibrado y de disciplina. Ser flexible y sensible a sus necesidades. El niño ha de tener libertad para explorar dentro de un entorno seguro.DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD
La etapa desde los 3 a los 6 años se considera crucial para la estructuración de la personalidad. Y son los padres y el contexto familiar los moldeadores de dicha personalidad.
En el desarrollo de la personalidad del niño influyen todos y cada unos de los comportamientos de los padres con respecto a sus hijos: cómo se dirigen a ellos, cómo manejan los deseos de sus hijos, cómo responden a las conductas de los pequeños, cómo manejan sus rabietas, sus negativas, sus emociones, sus llantos, sus llamadas, sus encuentros sociales, a qué le animan y ante qué le inhiben. Todo ello está forjando la personalidad de un niño. Como padres debemos estar muy atentos a esta etapa tan importante para que el niño desarrolle una personalidad equilibrada.
Se trata de una etapa en la que se desarrolla la identidad del niño y comienza a poner en práctica su autonomía imitando a los adultos.
La capacidad de percibir el habla es anterior a la capacidad para producir las primeras palabras, ya desde las primeras semanas de vida, los bebés prefieren la voz humana.
Las primeras palabras hacen su aparición a los 12 meses, aunque existe una gran variación ya que hay niños que comienzan a los 24 meses sin que ello signifique nada con respecto al desarrollo posterior.
Entre los 12 y los 18 meses son capaces a producir unas 50 palabras. Dentro de ese repertorio son frecuentes fonemas como p, b, t, m, n, d, b, l, k, a, i, o, e, como mamá, papá, popó, pipí,… Una vez superadas las 50 palabras, hacia los 18 meses y hasta los 4 años, sus producciones se hacen cada vez más complejas hasta el manejo completo de consonantes y vocales a los 4 años.
Después de los 2 años la adquisición de palabras adquiere un ritmo vertiginoso como puede verse en la tabla. Cada vez adquieren conceptos semánticos más complejos. Después de los nombre vienen los adjetivos de uso general (grande-pequeño) para después especializarlo (largo-corto, pesado-ligero, etc).
A partir de los 4 comienzan a aprender a conjugar adecuadamente los verbos como “durmiendo” en lugar del “durmiendo” derivado del “dormir”.
A los 5 o 6 años, el desarrollo de la morfología se hace consciente y reconocen que con un solo cambio de “p” a “g”, un “pato” se transforma en un “gato”. Es fácil ver cómo un niño se ríe ampliamente cuando descubre el juego de palabras que ello supone.
Cuando nos dirigimos a un niño la entonación ha de ser más marcada, el tono de voz más elevado, frases sencillas, longitud de las frases cortas, empleo de palabras infantiles, más repeticiones, anticipar los deseos comunicativos del niño, dar tiempo a su respuesta, darle la oportunidad de corregir (“¿cómo?”, “¿qué dices?”), Interpretar de un forma más rica sus palabras:
Niño: “Aba”. Madre: “Eso es agua”.
DESARROLLO SOCIAL
Antes de los dos años las relaciones sociales giran en torno a la familia, sobre todo alrededor de sus padres, pero a partir de los 2 años y si desde el núcleo familiar se potencian las relaciones extrafamiliares, los niños comienzan a relacionarse con sus iguales. Los bebés no forman grupos pero los niños de 2 años empiezan a desarrollar vínculos preferentemente con niños de su mismo sexo, y dentro de esta preferencia, por niños que además sean temperamentalmente como ellos y prefieran actividades o juegos similares.
Desde la familia es importante promover tales relaciones sociales y encuentros con los demás. La calidad del apego con sus progenitores será clave a la hora de establecer relaciones con sus iguales. Si el niño ha tenido un apego seguro con su madre y ésta le ha facilitado un entorno seguro en el que desarrollarse, tenderá también a explorar el entorno social de una forma más competente y segura con muestras de una mayor reciprocidad, comprensión y empatía.
Los niños trasladan al entorno social el tipo de relaciones que han tenido con sus padres. Si el niño no muestra esa competencia social y observamos conductas coléricas y agresivas o bien comportamientos quejitas, fácilmente frustrados e inhibidos, debemos sospechar de la ausencia de este tipo de vínculo madre-hijo seguro.
En el caso concreto de la agresividad observada en los niños, la interacción de éstos con sus madres se ha caracterizado por:
Una conducta inapropiada del niño
Respuesta hostil de su madre (intento de reprimir la conducta del niño con un grito, o amenazas)
El niño aumenta su hostilidad gritando él también
La madre también incrementa la agresividad gritando aún más y castigando
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